Conociendo Laputa
"Si uno ha construido castillos en el aire, su tarea no se perderá,
porque ahí están bien edificados. Que tan solo ponga ahora los
cimientos bajo esos castillos" (H. D. Thoreau)
Tras reunir los medios necesarios para la fundación de Studio Ghibli gracias al éxito cosechado con su brillante Nausicaä del Valle del Viento, Hayao Miyazaki y su equipo volverían a sorprendernos con Laputa - El Castillo en el Cielo, oficialmente reconocida como primera película del ya mítico estudio de animación. Rompiendo con la tónica imperante del momento y la proliferación cada vez mayor de la animación por ordenador, Miyazaki y sus socios y amigos, Toshio Suzuki e Isao Takahata (Heidi, la niña de los Alpes; Ana de las Tejas Verdes o Marco, de los Apeninos a los Andes), apostaron por un género poco explotado, embarcándose en esta aventura animada repleta de altas dosis de magia, una pizca de sensibilidad y cantidad suficiente de mimo que no en vano dejarían patente en obras posteriores.
Desde un principio, el director japonés tenía claro que en su peculiar versión de La Isla del Tesoro no había cabida para manidas fórmulas de castillos en el espacio, en el mar o en una isla al uso, sino que tal como él mismo afirmaría: “Para mí no existe el modelo antiguo de una isla inhabitada y perdida en el mar, ya todos emplearon el mar y el espacio, así que me encontré con un castillo y busqué un lugar donde nadie pudiera encontrarlo, poniéndolo así en una isla flotante en medio del cielo”.
Así pues, nos hallamos de nuevo ante un evocador universo de celuloide plagado de magia, un mundo de ensueño donde confluyen todos y cada uno de los rasgos inconfundibles a los cuales sensei Miyazaki nos tiene acostumbrados, desde su heroína protagonista o su amor por la naturaleza, a su universo de fábula o esa pasión por la aviación patente en cada una de las escenas aéreas y los artilugios voladores que aparecen en el film. Tampoco podía faltar en este singular mundo salido de la fértil imaginación del genio nipón, una inolvidable historia de aventuras, amor y amistad, rociada con grandes dosis de acción, acción propiciada en gran medida por unos villanos más entrañables que realmente malvados. Todo esto, salpicado con unos sutiles toques de humor, hacen de El Castillo en el Cielo, un auténtico deleite para los sentidos.
Y entre las numerosas escenas de acción vertiginosa, surgen algunas secuencias de una belleza tan sublime como onírica, ya sea en forma de estanque feérico que oculta en su seno los restos de una ciudad sumergida bajo las aguas o en esa profunda reflexión sobre la naturaleza y la evolución cuando un gigantesco robot demuestra ser “más humano que los propios humanos” al salvar a un nido de papamoscas de ser aplastado o cuidando con un mimo indescriptible del desolado a la par que bucólico jardín. Instantes de una belleza tan abrumadora que nos atrapa en ese mundo fantástico y dan como resultado un poema visual repleto de significado como solo Miyazaki-san es capaz de componer, con universos de fábula que asemejan nuestra realidad, historias donde las féminas son heroínas, los cerdos, pilotos de aviones, los mapaches poseen gigantescos genitales mágicos (kin tama) que emplean a modo de tambor o un icónico y enorme espíritu del bosque se convierte en el mejor amigo de unas niñas.
Todo ello aderezado con la exquisita banda sonora a cargo del siempre magistral Joe Hisaishi, da lugar a infinidad de momentos sublimes que nos transportan a mundos idílicos e invitan a recapacitar. Alegoría inequívoca de la extraordinaria calma precedente de una tempestad de sensaciones que nos envuelven en este magnífico filme del gran artífice de sueños que es Hayao Miyazaki.
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En busca de Laputa
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En un desesperado intento por huir de sus captores, la joven Sheeta se cruza en el camino de Pazu (o mejor dicho, ésta le cae del cielo), un huérfano minero que desde entonces, tratará de protegerla a toda costa. El destino de ambos, dará un giro desde ese día al descubrir que no sólo están unidos por su estado de orfandad, sino entre otras cosas, por la codiciada piedra mágica que Sheeta posee y el principal motivo de su huida.
Sueños por cumplir heredados de sus progenitores y plagados de reinos imaginarios o fortalezas voladoras, llevarán a nuestros jóvenes protagonistas a embarcarse en esta singular aventura, una suerte de viaje iniciático donde hallarán su propia identidad, unida desde tiempos pretéritos a la de la legendaria Laputa, una isla flotante oculta en el cielo por nubes durante cientos de años (quizá miles) y concebida por una enigmática civilización extinta. Laputa, custodia de secretos ignotos, fortaleza inexpugnable que alberga celosa entre sus entrañas conocimientos ancestrales y más de una sorpresa. Pero para llegar hasta ella, deberán lidiar con un villano de más que dudosas intenciones y con una banda de piratas muy peculiar...
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Donde nace la inspiración...
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Los Viajes de Gulliver (Jonathan Swift)
Buena parte de la inspiración que Miyazaki necesitaba para dar a luz una obra como El Castillo en el Cielo, la halló en uno de los episodios de Los Viajes de Gulliver, de Jonathan Swift en el que Gulliver encuentra una isla flotante con base de diamante llamada Laputa. Los laputianos estaban tan interesados en el desarrollo científico y tecnológico, que lograron construir una ciudad - fortaleza la cual se desplazaba por el cielo mediante propulsión magnética (interacción entre un imán enorme ubicado en su centro y la Tierra).
“De repente, se hizo una oscuridad muy distinta, según me pareció, de la que se produce por la interposición de una nube. Me volví y percibí un vasto cuerpo opaco entre el sol y yo que se movía avanzando hacia la isla. (...) Difícilmente podrá concebir el lector mi asombro al contemplar una isla en el aire habitada por hombres que podían, por lo que aparentaba, hacerla subir y bajar o ponerse en movimiento progresivo a su antojo...” (Los Viajes de Gulliver, Johnathan Swift)
Ramayana
Muska llama al fuego de Laputa “la flecha de Indra en el Ramayana”. Ramayana es una saga épica hindú, escrita en el siglo IV A.C. que cuenta la historia del príncipe Rama y su esposa, Shita. Indra es el dios que rige sobre el trueno y la lluvia, y manda rayos denominados “la flecha de Indra” para castigar a los humanos.
Paronella Park
Un parque temático, cuyo elemento central es un precioso castillo construido por el español José Paronella en Mena Creek, al norte de Queensland (Australia). El tema musical utilizado en el filme durante los títulos de crédito, se empleaba también durante las visitas nocturnas.
Este lugar fue clave como inspiración de Miyazaki a la hora de diseñar Laputa. No es de extrañar, pues la historia de este tristemente desconocido creador de sueños y de su parque propio de cuento de hadas, bien merece ser conocida.
Gales
Aunque el film se desarrolle en un país imaginario, para recrear el poblado en el que vive Pazu Miyazaki se inspiraría en una villa minera galesa que visitó en 1984. Según declararía a posteriori a The Guardian: “Estuve en Gales justo después de una huelga de mineros. Admiro realmente la forma en la que los sindicatos mineros lucharon hasta el final para defender sus puestos de trabajo y quería reflejar la fuerza de esas comunidades en mi película. Admiro a aquellos hombres y el modo en que lucharon para salvar su modo de vida, igual que hicieron los mineros del carbón en Japón. Mucha gente de mi generación ve en los mineros a un símbolo; una especie de guerreros que ya no existe”.
Estos hechos le conmovieron tanto que hizo añadir la escena en la que el jefe de Pazu lucha con los piratas, elemento clave dentro del subgénero de comedia slapstick, cuyo recurso fue empleado anteriormente por Miyazaki en Conan, el niño del futuro (1978) y El Castillo de Cagliostro (1979); o Porco Rosso (1992) a posteriori. Como guiño a todos aquellos sucesos, podemos observar un cartel en la habitación del jefe de Pazu.
Superman (Fleischer Studios) y "Adiós, querido Lupin"
Los robots que pueblan Laputa están inspirados en los que aparecían en la versión de Superman de los hermanos Max y Dave Fleischer (Monstruos Mecánicos), aunque el diseño es original de Miyazaki. También guardan un gran parecido con el robot que aparece en "Saraba Itoshiki Lupin yo (Adiós, querido Lupin)", el último episodio de la segunda temporada del anime de Lupin III en 1980. Este capítulo fue el último escrito y dirigido por Miyazaki y marcó su despedida del personaje.
En la terraza del Museo Ghibli (Mitaka, Japón) existe una réplica exacta a tamaño natural de uno de estos robots.
Continuará...
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sigue en...
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