Cuando mis pasos me condujeron a la Fira de Montjuïc no creí que pudiera sentirme más diminuta. Llevaba las botas de Arrietty, su vestido e incluso sus complementos, pero no me acabé de ver en la piel de la pequeña incursora hasta que distinguí la inmensidad que abarcaba el XVIII Salón del Manga de Barcelona. Desde luego que no era mi primer evento de ese tipo en esta ciudad, pero por descontado que aquel viernes presencié la mayor multitud de personas en una cola que, simplemente para acceder al recinto, recorría una buena parte de la Avenida del Paralelo. ¡Demasiados “serhumanos” para alguien tan pequeña!
En el 2011 el Saló había sido acogido por los recintos de L’Hospitalet de Llobregat, como cada año desde que lo recuerdo: tres espacios diferenciados, acceso a ellos con un “mangabús”, unas escaleras metálicas para acceder a las salas de conferencias y exposiciones… pero en esta ocasión todo era muy distinto y muchísimo más gigantesco. Por suerte, los dos aventureros de aquel día no estuvimos tanto tiempo en la fila como habíamos temido en un principio y parte de esos minutos (que no llegaron a sesenta ni mucho menos) estuvieron salpicados de los habituales encuentros fortuitos y agradables que te arrancan sonrisas inevitables (“Eres Arrietty, ¿no?”).
Verdaderamente, en mi primera impresión pensé que el cambio de ubicación era beneficioso en sus dimensiones, ya que las colas de entrada y de compra de tickets se mantenían perfectamente diferenciadas a ambos lados de la calle, lo cual transmitía una sensación de organización innegable. Por otra parte, sentirte observada por el señorial Palacio Nacional de Montjuïc contribuía a fijarte más en las alturas y la lejanía que en tus pies o los alrededores. Así pues, todo parecía muy bien estructurado y soleado en un día de asistencia masiva, como lo era aquél en el que, como todos los años, contabas con libre acceso si trabajabas en un cosplay y lo lucías con orgullo.
Efectivamente, no me equivoqué en aquel prejuicio: por dentro el Salón era más imponente y menos caótico que a lo que estaba acostumbrada. Quizá fuera porque había zonas al aire libre, los stands de alimentación eran fácilmente identificables en un primer vistazo o porque el gran escenario, sin dejar de estar integrado en el conjunto, ocupaba un espacio separado del resto. En cualquier caso, la Fira, hasta entonces una desconocida para mí, me resultó un entorno muy adecuado para una celebración de este estilo aunque aún no logro entender por qué, a pesar de todo, echaba de menos la calidez y familiaridad que notaba en las instalaciones de La Farga y que, en esta ocasión, se me escaparon. Imagino que hay ciertas sensaciones que dependen del momento y que no tienen por qué tener una explicación más o menos lógica.
Nada más entrar observamos aquello que había estado deseando ver durante toda la espera: la exposición de Porco Rosso. No podía caber ninguna duda al respecto: si el 2011 fue el año de Arrietty para el Saló (sobre todo gracias a esa visita tan especial de la señorita Corbel ^^) el 2012 era el de nuestro querido piloto italiano en su 20º aniversario. Mi reacción como pequeña incursora al ver aquello fue de absoluta emoción mientras preparaba mi diminuta cámara y me disponía a no olvidar ni uno solo de los detalles que allí había, y que son tantos que les dedicaré una entrada especial y diferenciada que les rinda un buen homenaje.
Algo que tampoco podía faltar era la visita obligada al stand de Aurum en el que inevitablemente echamos de menos al curioso y simpático Totoro que nos había acompañado un año atrás. Allí pudimos encontrar una gran cantidad de grandes y preciosos pósters de La Princesa Mononoke, Ponyo en el acantilado y Porco Rosso a 3 euros (¡una ganga!) además de todo el material audiovisual que hasta el momento había sido lanzado al mercado y entre el que destacaba el reciente Blu-ray de Mi vecino Totoro.
El merchandising de Studio Ghibli abundaba (peluches de Ponyo y Totoro, ofertas interesantes en figuritas de Jiji y del Gatobús, alguna que otra banda sonora y artbooks...) aunque los productos oficiales (¡y caros!) de mayor calidad se localizaban en stands puntuales. Tras mucho caminar disfrutamos charlando con el simpático dueño de un precioso rincón que veía cómo el conjunto de sus maravillosas figuras Ghibli de coleccionista casi se había esfumado al final del día, del mismo modo que los pocos DVDs de El viaje de Chihiro que pude ver por allí cerca (como siempre ^^).
Chihiro, Porco Rosso y Sophie / Imagen de Creaciones con Limón
Por otra parte, y siendo el día en el que llevar cosplay se veía acompañado de una gran ventaja económica, no era de extrañar que gran parte de la multitud luciera sus mejores galas fruto de horas de esfuerzo e imaginación. ¿Había cabida para Ghibli y el trabajo de Miyazaki en este día? ¡Por supuesto que sí! Esta pequeña incursora se alegró mucho al encontrar una encantadora Sophie y una linda Chihiro acompañada de un SinCara gigante, además de ver de soslayo a alguna que otra Arrietty, a un impresionante grupo de Sherlock Holmes y a un Porco que parecía haber atravesado la pantalla de cualquier televisor. Quizá al apreciar el innegable talento de tantas personas que se cruzan en un mismo camino fui consciente de la impotencia de ser tan pequeña en un espacio tan colosal y no haber podido recordar todo lo que me habría gustado o ver todo lo que mis ojos no alcanzaron.
El cosplay de Sherlock Holmes causó sensación / Imagen de keltxo vista en Flickr
Así pues, nunca me sentí tan diminuta como en aquel día en el que me calcé las botas de Arrietty y exprimimos al máximo todo lo que nos podía ofrecer el XVIII Salón del Manga de Barcelona. Por la noche, al salir, la preciosa fuente de Montjuïc nos dedicaba a los asistentes y a los paseantes sus mejores colores y canciones y cerraba un día en un Saló totalmente nuevo. Fue una jornada muy intensa en la que vi mucho pero también sentí que se me habían escapado otras tantas cosas... ¡pero supongo que es lo que tiene ser como Arrietty en un mundo gigante! ^^
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