Casi la práctica totalidad de las películas realizadas por Studio Ghibli a lo largo de su historia tienen una niña (o adolescente) como protagonista o coprotagonista. No es casualidad: el estudio de animación fundado por Hayao Miyazaki e Isao Takahata ha depositado siempre gran parte del peso de sus historias en la valentía femenina, y en la no conformidad de la mujer joven como mero objeto decorativo o sexualizado, como pasa en muchas otras producciones animadas, tanto japonesas como occidentales.
Uno de los rasgos distintivos del cine de Hayao Miyazaki y, por extensión, del Studio Ghibli promovido por él mismo, es el protagonismo de la mujer como esperanza de la sociedad e, incluso, de la humanidad. La cultura japonesa sufre un fuerte arraigo de las jerarquías y, entre ellas, también permanece aún de forma notable la posición dominante del hombre respecto a la mujer en la familia, en el trabajo, y en la sociedad en general.
Por eso quizás Miyazaki, un rebelde con causa (y efecto) desde su juventud, ha creado historias en las que las niñas fueran unas protagonistas rebeladas contra su propio destino, o donde tuvieran que sobreponerse a ellas mismas y a sus complejos, muchas veces creados por su propio entorno. ¿Por qué? No es algo buscado explícitamente, simplemente en su cabeza las historias tenían protagonista femenina, lejos del estereotipo. Valientes, decididas, comprometidas, no sin imperfecciones y miedos como cualquier ser humano, pero siempre con una cosa muy clara: saben que, por encima de todo, no hay ninguna limitación que les impida realizar lo que quieren y persiguen.
El respeto de Nausicaä...
Nausicaä del Valle del Viento (1984)
Nausicaä tiene unos 16 años y es la Princesa del Valle del Viento, una de las pocas zonas libres de la contaminación en un mundo postapocalíptico donde la Tierra ha sido asolada por la propia humanidad y sus guerras. ¿Princesa? Sí, Princesa. Un cargo estigmatizado en el cine por Disney, que lo convirtió en una especie de marca comercial para referirse a sus protagonistas, casi siempre sometidas a la idea de que el Príncipe Azul viniera a salvarlas y se casara con ellas como principal objetivo.
Nausicaä es una princesa totalmente opuesta al concepto tradicional de Disney. Con la valentía por bandera, está dispuesta a darlo todo por defender a su pueblo y la naturaleza. Su comunidad la respeta porque ella les respeta. Es una líder carismática, siempre dispuesta a ayudar, y ni su juventud ni su género suponen ningún impedimento para lanzarse a la defensa del poco espacio natural que les queda, ni para intentar la coexistencia de las especies, ya sean humanos, animales o plantas, aunque estas estén contaminadas... precisamente por la acción del ser humano.
La maldición de Sheeta...
El castillo en el cielo (1986)
Sheeta tiene unos 12 años, y una noche aparece desde el cielo (literalmente) en la vida de Pazu, un niño de un humilde pueblo minero. En este caso Sheeta no es la protagonista principal y, en cierto modo, necesita ser salvada por Pazu. Pero nunca será un agente pasivo en la historia. Será su fuerza y su coraje los que la hagan enfrentarse al gobierno corrupto que persigue la misteriosa piedra mágica que posee.
No se resigna a ser capturada, ni a dejar que le arrebaten su valioso tesoro, y ni mucho menos espera simplemente la ayuda de su nuevo amigo Pazu. Sheeta se enfrenta y huye con todas sus fuerzas de sus captores, y nunca, nunca se da por vencida. Hasta las últimas consecuencias.
La libertad infantil de Satsuki y Mei...
Mi vecino Totoro (1988)
Satsuki y Mei son unas niñas pequeñas, de unos 11 y 4 años respectivamente. Se trasladan a la tranquilidad del campo con su padre, y deben enfrentarse a la mudanza y a la difícil situación de tener a su madre hospitalizada por una enfermedad.
Miyazaki las retrata como unas niñas alegres. Mei es muy pequeña, pero tiene el suficiente arrojo dentro de su ingenuidad infantil, como para entender la importancia de una madre. Su hermana Satsuki es más madura incluso para su edad, pues en ella se ve el reflejo de que ha tenido que ejercer de algún modo, como "madre" para su hermana. Y no dudará ni un instante a la hora de ayudarla. Aunque en ella se vean reflejados los miedos lógicos de unas niñas a las que les falta el apoyo materno, y la posibilidad de perderlo para siempre.
La perdición de Setsuko...
La tumba de las luciérnagas (1988)
Setsuko tiene tan solo 4 años, y es una niña pequeña en medio de la guerra. Su único apoyo en su hermano Seita, de 14 años. Perdidos entre los bombardeos, ignorados por una sociedad destrozada por la guerra, Setsuko es el fiel retrato de una infancia rota y de una niña que no entiende muy bien lo que pasa a su alrededor, aunque es consciente de que la muerte acecha en cada esquina. Es a través de ella que descubrimos el auténtico sinsentido de esa masacre, porque ella no lo comprende desde su inocencia, pero ningún adulto es capaz de explicárselo. No pueden, porque la guerra no tiene explicación.
Pero Setsuko ve el fuego, las bombas, la desesperación y los muertos a cada paso. Su lata de caramelos simboliza esa desnaturalización absoluta del ser humano: una simple lata de caramelos que para ella es lo poco que le queda de niña.
La independencia de Kiki...
Nicky, la aprendiz de bruja (1989)
Kiki tiene 13 años y su historia es, seguramente, el mayor canto a la independencia femenina en la filmografía de Hayao Miyazaki y de Studio Ghibli. A través de una narración que nos propone un mundo en el que Kiki es una joven bruja que, como iniciación, debe viajar desde su pequeña aldea y establecerse sola en una ciudad para ser la bruja oficial del lugar, se nos cuenta con unos elementos fantásticos un proceso de crecimiento personal mucho más complejo de lo que aparenta.
Y es que a Kiki se le plantean todas las dudas y problemas que puede suponer la independencia, pero también intenta afrontarlas de la mejor manera posible, con una personalidad noble y bondadosa. Se enfrenta a la búsqueda de un trabajo y un sitio en el que vivir, al rechazo de la gente de su edad y a la inseguridad que todo ello le genera.
Pero, pese a todo, ella sale adelante. Porque aunque el proceso de tomar las riendas de tu vida es siempre complicado y a veces parece que se te escapa, la realidad es que si se supera esa difícil etapa, todo termina encauzándose y lo que al principio parecía difícil y extraño, termina convirtiéndose en tu nuevo hogar y tus nuevos amigos.
Los recuerdos de infancia de Taeko...
Recuerdos del ayer (1991)
Taeko tiene 27 años, pero buena parte de la película está dedicada a sus recuerdos y anécdotas de infancia, cuando apenas tenía 10 años e iba al colegio. El director Isao Takahata suele tender más al reflejo de la realidad que a cierto idealismo más marcado en Miyazaki, por lo que niñas como Taeko son representadas como un arquetipo de lo que era una persona de su edad en aquella época (en este caso, los años 60 en Japón).
La pequeña Taeko es presa de una familia típica japonesa de aquellos años, donde el padre era autoritario y sus hermanas mayores la hacían sentir de menos. Sin embargo, ella también tiene sueños e ilusiones. Si algo especial tiene Taeko es que no necesita tener nada en especial más allá de su personalidad propia. Ella no es buena en los estudios, aunque tampoco es tonta, por ejemplo se cuestiona asignaturas como las matemáticas desde un punto de vista lógico y práctico, descolocando a los adultos. Le da vergüenza la primera menstruación, y se ilusiona con una breve participación en la obra de teatro escolar que le proporciona sus primeros reconocimientos en la vida, algo que corta de raíz su padre por su "obligación" de dedicarse a los estudios y no distraerse con frivolidades como el teatro y la actuación, según su conservador punto de vista.
A veces frustrante, pero muy real. Y el relato de la Taeko adulta remarca más este contraste.
La ilusión de Fio...
Porco Rosso (1992)
Fio es una adolescente de 17 años muy avispada e inteligente, que se ofrece a realizar los planos del avión de Porco. Su entusiasmo e ilusión contrastan con el hastío y desencanto vital del protagonista. Y esa es su principal función en la trama: su fuerza como mujer, su pasión por lo que hace, sus ganas de llegar lejos y no achantarse ante nada, cambian muchas cosas en la perspectiva del piloto de hidroavión sobre la vida.
Fio es esa esperanza del propio Miyazaki de que en la vida siempre hay que esperar algo mejor. Es el optimismo y la confianza en las propias capacidades, sin miedo a lo que puedan pensar o decir. Es creer en lo que haces con una sonrisa. Todo eso y más es Fio, un personaje que si bien no es protagonista, tiene un peso fundamental en la trama y evolución de los personajes.
La rebeldía adolescente de Rikako...
Puedo escuchar el mar (1993)
No se puede decir que el director Tomomi Mochizuki ni los jóvenes colaboradores que realizaron esta probatura de Studio Ghibli sin Miyazaki ni Takahata tuvieran su talento ni la gran capacidad para dotar de profundidad a sus personajes, pero también apostaron por una coprotagonista adolescente y, en este caso, particularmente odiada por el público quizás porque no terminan de explicarlo bien.
Rikako es una chica de unos 15 años que, obligada por la situación de sus padres, se muda de la gran ciudad a una prefectura menor. Eso la hace ser (y parecer) prepotente y consentida ante sus nuevos compañeros de instituto. Es buena en todo lo que hace, lo que genera envidias en algunas compañeras. Pero también es desagradable, tozuda, mentirosa, y hace de menos a los demás.
Cuando se profundiza un poco más en su historia vemos que no deja de ser un comportamiento rebelde muy normal en la adolescencia cuando se tienen problemas como los que ella tiene con la separación de sus padres y su traslado forzado de ciudad. Rikako quizás no sea un gran ejemplo en sí misma, pero sí refleja (la propia película lo hace) lo que es el comportamiento adolescente respecto a la edad adulta, donde se mira atrás y se comprueban las tonterías inexplicables que muchas veces se hacen en esa etapa.
Los sueños de Shizuku...
Susurros del corazón (1995)
En contraposición a Rikako está Shizuku, una adolescente de 14 años mucho mejor perfilada en un guion realizado (esta vez sí) por Hayao Miyazaki. Aquí se plantea una problemática muy habitual también en la adolescencia: ¿qué voy a hacer con mi futuro?
Shizuku es una niña muy curiosa a la que le encanta leer, pero un día descubre que hay alguien que lee la ingente cantidad de libros de la biblioteca que lee ella. Se trata de Seiji, un chico de su mismo instituto. Pero no, esto no es una historia de amor al uso.
Shizuku tiene talento para la escritura y la creatividad, sin embargo el sistema escolar de exámenes, notas y el camino recto marcado, la oprimen y entristecen. Una de las mejores cosas que tiene esta película es el entorno social creado para la protagonista. A diferencia del 99% de los tópicos del anime, el director Kondô con el guion de Miyazaki, se desmarca planteando una familia algo atípica a lo que solemos ver, de mentalidad abierta, donde el padre no es un oficinista que se va por la mañana y vuelve por la noche para traer el dinero a casa, sino que es un modesto bibliotecario; ni la madre es el ama de casa que le espera obedientemente, sino que estudia en la Universidad. Todo ello se refleja en un estilo de vida humilde en un pequeño piso desordenado para cuatro personas, lejos de la casa unifamiliar que dicta la norma del japonés medio que vemos a través de la mayor parte de la animación nipona.
Esto ayuda para que, cuando Shizuku empeora sus notas escolares porque decide aventurarse en su pasión por la escritura, sus padres sean comprensivos: la advierten, pero no la frenan. Quieren que ella misma descubra sus posibilidades y las dificultades de salirse del camino marcado. Toda una lección de educación y confianza en los sentimientos y deseos profundos de una adolescente.
Además, Shizuku quiere superarse. No quiere sentirse inferior a nadie, quiere demostrar que ella también puede sacar adelante sus sueños, que ella también tiene objetivos y puede cumplirlos; frente a la aparente claridad de ideas de Seiji en ese aspecto.
La guerra de San...
La Princesa Mononoke (1997)
San tiene 15 años y ha sido criada desde bebé por los lobos en el bosque. La trama plantea una enconada lucha entre los humanos y la naturaleza, en la que tanto una parte como la otra quieren destruirse. San, en principio, actúa como le han enseñado, como un animal que quiere preservar su espacio instintivamente ante el ataque humano. Sin embargo, ella también es humana, de ahí la complejidad de su posición.
Ashitaka, por su parte, sufre una maldición que va a matarle. Pese a ser un humano, necesita del bosque y sus dioses ancestrales para salvarse, aunque por encima de todo busca el entendimiento, el plantear la convivencia y no la destrucción. Eso hace que llegue a un punto de encuentro con San, aunque no será fácil por la procedencia de cada uno.
Mundos distintos marcados por un solo objetivo: el respeto. Imperfecto, pues los odios son profundos y es difícil cerrar algunas heridas, pero respetar al otro como base para crear un mundo mejor. Enseñanza básica de este film.
Continuará...
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Studio Ghibli, la animación japonesa
que lo cambió todo
El origen de Studio Ghibli
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de Studio Ghibli y todas sus obras
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sigue en...
Nunca lo había visto así, la verdad. No me había parado a pensar en la gran cantidad de mujeres que aparecen en sus obras.
ResponderEliminarQué grande es este estudio.
Hola. El análisis de las protagonistas me pareció muy interesante.
ResponderEliminar¿Podrías hacer algun artículo sobre el papel de la ancianidad o de la vejez en Estudio Ghibli? Me parece que son un elemento importante en las películas y casi no he encontrado información al respecto en línea.
Muchas gracias y felicidades por tu blog ❤