Hoy os traemos, gracias a la colaboración de José A. Mármol, la primera crítica en español y de primera mano, sobre la nueva película de Studio Ghibli, When Marnie was there (Omoide no Marnie), estrenada apenas hace unos días en Japón, el pasado sábado 19 de julio.
Omoide no Marnie (Hiromasa Yonebayashi, 2014), o "El recuerdo de Marnie" (traducción literal, el film no ha llegado a España), es un viaje mágico hacia una cotidianidad mundana de carácter increíble. Un parque japonés sirve de umbral para entrar a ese mundo donde Anna, la joven adolescente protagonista de lo último de Studio Ghibli, sopesa con orgullo plantar cara a una realidad que le disgusta para ser un poco más libre, dejando volar su imaginación y su talento. Sin embargo, a modo de chispa que enciende una poderosa mecha, una tragedia de corte natural, dentro de sí, sobrevuela aquel parque, y Anna, debe moverse, viajar, tomar un tren y despedirse de esa realidad dura y fría, para trasladarse a un cálido sur que en época de verano contempla lluvias y días de inusitado bochorno.
Allí es posible que se encuentre a sí misma, pero también encontrará partes de un mundo arrasado por la tragedia de las relaciones humanas que, sin duda, formarán parte de un inmenso puzzle de, finalmente, sonrisas. No hay que olvidar: la película es entrañable. La familia puede ser muy grande. Anna, la niña casi adolescente. Studio Ghibli nos sorprende con una protagonista que quizás no es feliz, pero que intenta por todos los medios alcanzar un estado de paz.
Y Marnie... ¿Quién será esa chica llamada Marnie? Esa pregunta nos asalta más de una vez, sorprendidos y advertidos por la intuición. La magia no deja ni un instante una película con un complejo arco argumental, que se presenta como inesperado y que entrelaza un mundo real y otro mágico; dos realidades, en definitiva, que juntas desarrollan lazos de tierno amor, algún conflicto, magia, nostalgia, pasión, tristeza y felicidad. Y paz.
Japón deja, en préstamo, algunos de sus paisajes más bonitos, más entrañables, más acogedores. Rincones comunes (una casa, una habitación, una escalera, una torre, el bosque, el campo o el mar) que con un adecuado enfoque, son parte de la maravilla de un mundo soñado. Un marco idóneo para mostrar, como siempre, elementos culturales de un Japón muy real, pero muy escondido, a veces, con sus festividades, su arte, su mitología o su arquitectura característica. O simplemente una imagen real de un pueblo japonés. También un arte de verdad, de ese de caballete, lápiz y pincel, realizado por unos personajes que saben ver esos rincones con su mirada aguda, y que ven algo especial en ellos.
Es un mundo donde existen las personas, sí. Y sus sentimientos, sus relaciones, sus historias. Y donde los dibujantes de Studio Ghibli han sacado su arsenal de color azul cielo para dejar constancia de que una película puede brillar a la luz de la noche temprana. Ese azul mágico punteado de estrellas. Y es que ese es el color que predomina, de forma sobresaliente, en una película de animación al más puro estilo Ghibli, con una banda sonora natural pero medida, cuya guinda musical viene con los créditos al final del film.
En definitiva, un impresionante despliegue de ingenio y habilidad, como siempre, que deja una sensación preciosa en la retina, unas cuantas lágrimas en las mejillas, y sobre todo, la sensación de haber pasado dos horas dentro de un precioso sueño mágico. Un entrañable pasaje, sí, hacia un limbo entre la noche y el día, bajo las estrellas, en un viaje mágico pero muy real.
Omoide no Marnie es una película que no es inusual. Sigue, por supuesto, una línea continuadora con la estética y personajes de Studio Ghibli, su característica animación, sus personajes costumbristas y mágicos, la estructura argumental... Claro está que, además, tiene los toques mágicos inesperados propios de la casa del viento italiano. Podemos apreciar reminiscencias a películas que comienzan con un mundo inserto en la realidad, en la "industrialidad" del tiempo y del espacio, y que luego acaba por agrietarse para dejar pasar, en cantidades suficientemente leves como para seguir siendo algo excepcional, algunos elementos mágicos. Un Totoro o un gato parlante montado en una escoba voladora son esos elementos que sí que apreciamos, en distinta medida, forma y contenido, en Omoide no Marnie.
Hiromasa Yonebayashi muestra una película costumbrista, de un corte clásico y una estética entre, nuevamente, dos mundos. Quizás de Hayao Miyazaki hayan reminiscencias en un estilo estético propio de principios de siglo, como a él le gustaba hacer en sus películas. ¿Studio Ghibli podrá sobrevivir a Miyazaki? Por supuesto. Su legado no sólo está a salvo, sino que podría mantenerse en el tiempo y seguir creciendo en manos de su equipo en Ghibli. Además, es difícil que un maestro como Miyazaki se diluya en el tiempo. Pero, también habrá que ser conscientes de que las películas del estudio cambiarán, se transformarán. Quizás no ahora, quizás algún día. O quizá nunca.
¿Podrá Studio Ghibli mantener su estilo inconfundible? Claro, pero naturalmente con Miyazaki se han ido muchos enfoques mágicos y oníricos. Era la cabeza del equipo, pero aún queda mucho equipo y mucho talento esperando su oportunidad. Muchas personas del estudio que comparten la ética y valores del maestro fundador. La cuestión principal es: ¿Será Omoide no Marnie la última película de Studio Ghibli, como tal? Las especulaciones sobre el fin del estudio dejan paso al asombro y al temor por su posible desaparición. ¿Se acabarán convirtiendo en realidad, o por otro lado, permanecerá, como se muestra en sus películas, y como ha ocurrido varias veces con el propio Miyazaki, sorteando como un sueño mágico los obstáculos de la realidad? Más pronto que tarde saldremos de dudas. Lo que sí sabemos con certeza, es que en las salas de cine espera la última de Studio Ghibli. Disfruten como si fuera la última.
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* José A. Mármol es historiador por la Universidad de Murcia y arqueólogo por la Universidad Autónoma de Madrid. Sus intereses versan sobre Arqueología de Asia (Japón), Arqueología medieval y prehistórica, Arqueología de la Muerte, o Arqueología Digital. También la creación audiovisual. Ha participado en proyectos arqueológicos en países diversos como España, Reino Unido, Israel o Japón. Junto con ello, coordina diversos proyectos de investigación y difusión cultural.
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