Son veinte los años que nos separan del momento en el que nuestro querido Porco Rosso surcó los cielos de la gran pantalla en su inconfundible hidroavión rojo. Dieciocho han pasado desde que España se convirtiera en el primer país occidental en estrenar la historia de la maldición del solitario Marco Pagot en una Italia de entreguerras. No era de extrañar, pues, que su triste pasado y su inusual aventura en el Adriático fueran convenientemente homenajeados en uno de nuestros eventos más importantes del manga y el anime: el XVIII Salón del Manga de Barcelona.
Para celebrar el aniversario de esta película tan especial en la filmografía del Studio Ghibli, FICOMIC y Aurum prepararon una conferencia y la exposición Porco Rosso, 20 años de vuelo que recogía la experiencia del periodista Vicent Sanchís y su equipo en el documental sobre el estudio que realizaron en 1995 para el programa Stromboli en TV3. De este modo se anunciaba en la página web del evento:
Coincidiendo con su 20 aniversario Ficomic prepara una exposición de homenaje a una de las películas más personales y sinceras del director con la colaboración de Aurum, distribuidora del Studio Ghibli en España. En ella confluyen todos los temas, obsesiones y aspectos autobiográficos de Hayao Miyazaki […] La exposición será un recorrido por este fascinante universo de piratas del aire narrado por el periodista Vicent Sanchís.
En mi primera impresión percibí que la exposición era bastante reducida en sus dimensiones y que su disposición rodeada de stands dificultaba el tránsito. Sin embargo, decidí ignorar este detalle por el momento, ya que pocas cosas podían apagar mi entusiasmo. Las figuras de algún que otro miembro de Mamma Aiuto! presidían uno de los muros acompañados de cuatro conjuntos de murales que caracterizaban de manera introductoria a Porco Rosso, Donald Curtis, Gina y la dulce Fio. Era el espacio ideal para dejarse llevar por nuestro lado más risueño e infantil y disfrutar haciendo fotos junto a los simpáticos piratas del aire y una representación del hidroavión de Porco que se encontraba en el segundo de los stands de la exposición.
Cuando el entusiasmo se enfriaba un poco y mi mente buscaba datos para leer, di con la proyección del citado documental Porco Rosso no es Errol Flynn y varios murales informativos firmados por Vicent Sanchís que hacían referencia a la historia del Studio Ghibli, la importancia de Porco Rosso y el método de trabajo entregado y minucioso que Hayao Miyazaki acostumbra a seguir en la gestación de todas sus obras. La lectura fue rápida y breve, pero pronto la chispa de la ilusión volvió a encenderse y me agolpé ante el cristal que me separaba de toda una colección (pequeña, pero muy digna) de materiales artísticos relacionados con nuestro singular piloto.
Entre aquellas reliquias se encontraba la copia en VHS de Mangafilms (algo que nunca antes había visto de cerca) varios artbooks (uno de los cuales tengo la rara suerte de atesorar) y la valiosa edición del manga, además de la banda sonora, el reciente DVD lanzado por Aurum y diversas publicaciones en japonés. Por supuesto, no podía faltar una maqueta del avión de Porco, el Savoia S.21, un ejemplo de merchandising bastante popular en Japón pero raro de encontrar en nuestro país si no es mediante importación o comercios muy especializados.
Sin embargo, y a pesar de haber leído los murales, admirado el material y contemplado las fotos, fueron otros los elementos que más me emocionaron y más captaron mi atención. Quizá no estuvieran en un lugar de honor ni destacaran sobre el resto, pero para mí no fue necesario. Unas preciosas transparencias de la película recogían la firma que Hayao Miyazaki le había dedicado al equipo durante el rodaje del documental y un pequeño cristal me separaba de una auténtica entrada para el museo Ghibli de Mitaka, así como de una bolsa y una pequeña tarjeta de la tienda Mamma Aiuto!
Estos pequeños detalles eran más que cualquier artículo que pudiera comprarse y simbolizaban el viaje de aquel equipo de televisión al lejano Tokio. Eran tiempo, recuerdos y una experiencia que, sin duda, tuvo que ser realmente emocionante. Recuerdo que me detuve unos minutos más de la cuenta delante de esos cristales hasta que la tinta de aquel autógrafo pareció difuminarse. Sentía una pizca de anhelo y (¡no puedo negarlo!) toneladas de envidia sana.
Precisamente debido a esta mezcla de sentimientos pude indignarme con más facilidad al no ser capaz de ignorar (ya manteniendo la cabeza fría) que, tal y como había supuesto, la disposición de la exposición no aportaba ningún beneficio. Ya mencioné hace poco que el XVII Salón del Manga en La Farga me transmitió una calidez que no sentí en esta ocasión y, al momento, me di cuenta de una de las razones: con la Fira se gana en espacio y en comodidad evitando los tediosos desplazamientos a los distintos edificios, pero se pierde en el cuidado de las exposiciones.
Me explicaré: en la anterior edición, el Salón contaba con una pequeña sala separada en el piso de arriba para albergar lo expuesto, algo que evitaba que se masificara el espacio y ayudaba a que se pudiera pasear con tranquilidad. Por el contrario, este año se optó por ofrecer las distintas exposiciones unificadas con el resto de los stands comerciales, lo que, si bien no pareció perjudicar demasiado (que yo sepa) a Fashion Cosplay (protegida tras lunas de cristal), Manga a la carta (algo más apartada) o 20 años de Dragon Ball en España (de mayor amplitud y separada en distintas columnas), sí lo hizo con nuestro homenaje a Porco Rosso, ya que a lo largo del día éste se vio seriamente dañado con murales arrancados y piezas perdidas.
Debido a que únicamente estuve un día en el Salón ignoro si los daños fueron reparados y se actuó en consecuencia, aunque lo espero de todo corazón. Realmente no se puede juzgar algo ante hechos que, en gran medida, se escapan al control y recaen sobre valores éticos de la multitud, pero sí creo que esto quizá podría haberse evitado habiéndole facilitado a la exposición un espacio un poco más holgado que no atravesara una de las zonas principales de tránsito para moverse por los stands comerciales del Salón del Manga.
La exposición de Porco Rosso, 20 años de vuelo, fue algo sencillo y discreto, pero tierno. Quizá no fuera lo ideal para alguien ávido de interés en profundizar y filosofar sobre la figura de Marco y su extraña maldición, pero sí podía evocar añoranza a los seguidores más nostálgicos y, (¿por qué no?) despertar curiosidad en aquellos que no estaban muy familiarizados con esta película tan personal y única en la obra de Hayao Miyazaki.
Mi perspectiva ante esto es totalmente subjetiva y nace desde la ilusión y el afecto que siento por la filmografía de Ghibli, por lo que no podré atentar contra mi naturaleza y establecer un juicio completamente frío y severo. Llegué con esa ilusión y con muy altas expectativas cuando di con esta exposición, y, aunque me fui con cierta resignación y pesar ante los inconvenientes que he mencionado, sé que nunca podré negar la emoción que sentí al ver aquellas piezas tan valiosas al otro lado de un cristal, al leer los murales o al fijar la vista en la firma de Miyazaki. Porco, dices que prefieres ser un cerdo a un fascista. Nosotros sencillamente te preferimos tal y como eres tras veinte años de vuelo carmesí. Felicidades.
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Muy chula la exposición, lástima no haber podido verla con mis propios ojos.
ResponderEliminar¡Un saludo!
PD: Y muchas gracias por enlazarme, en cuanto puedo volver a retomar con el blog también os enlaceré como "blog amigo" ;-)
PD2: Pero qué digo, ¡si ya os tengo enlazados (junto con otros blogs)! xD
ResponderEliminarQué te despistas! xD
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